Y por tanto, ni de medicina sé.
Al terminar la carrera me di cuenta de que había pasado muchos años centrado en una sola cosa, invertí mucho sacrificio y mucho tiempo en aprender acerca de la ciencia que trata la salud y enfermedad y por ello me dieron el preciado título de médico. Pero al mismo tiempo me saqué otro título, el de ignorante integral. En mis tiempos de adolescente leía algo más, sabía más de historia, matemáticas, estaba en mejor forma física y tenía más inquietudes. Ahora soy Licenciado en Medicina y hasta me da prestigio el cartel; pero no sé un carajo de nada más.
En mi facultad, la de Granada, te obsequian con esta frase: «El estudiante de medicina es un estudiante de élite», repetida por más de un profesor. Médicina, nada que ver con los de letras. Y claro, al pasar por ese aro de la estupidez empiezas a sentir una presión inmensa de responder a las espectativas, de terminar la carrera en 6 años ya que esto es lo que se espera de todos porque significa que eres listo y estás a la altura de ser un buen médico. Algunas mentes brillantes van más allá y consideran licenciados de segunda fila a los que tardan más. La presión que se puede sentir junto con la de encarar el posterior exámen MIR sin que te quede ninguna asignatura pendiente llega a ser muy grande. Pero vuelvo a destacar lo anterior, para mucha gente somos algo así como especiales, como muy inteligentes (eres doStor) y hasta quieren que conozcas a su hija; sin embargo creo que han caído en la trampa, la trampa de creer que la ciencia médica está por encima del resto. Lo que hay que destacar es el trabajo y la dedicación que le ponemos, eso sí hay que ponerlo en mayúsculas porque esta carrera es muy exigente; pero hay que ser al mismo tiempo humildes puesto que las virtudes que antes he mencionado están al alcance de cualquiera, de todo aquel que lucha por un propósito.
Necesitamos tener otras inquietudes, Steve Jobs era una especie de hippie con tendencias hindiuistas que plasmó su filosofía de la sencillez en algo tan complejo como el desarrollo del software y el hardware que todos usamos en nuestras casas hoy en día. Este mismo personaje cuenta que para su empresa contrataba a los mejores ingenieros pero al mismo tiempo buscaba a aquellos que tenían otras inquitudes y se interasaban por la pintura, la música, la historia, etc. Pensaba que tranquilamente se podrían haber dedicado a esa otra cosa antes que a la informática, pero que por cosas del azar habían caído en el mundo de los ordenadores, luego en la empresa de Cupertino y que finalmente todo aquello que les apasionaba se plasmaba en su trabajo. Creo que algo de razón tuvo porque a su empresa la fue muy bien: Apple.
Hace unos días conocí un psiquiatra, un residente atípico. Pues bien, se las ha apañado para montar un taller de arte y además es cinéfilo, pronto grabarán un corto con sus pacientes. Será interesante ver como entendidos de cine, profesionales de la medicina y enfermos de ezquisofrenia, trastornos de ansiedad, depresión o bipolares; se ponen todos manos a la obra para colaborar y para sanarse. Y cuando digo todos, digo todos.
La medicina es un trabajo es muy absorbente, pero la vida se merece más matices. Nuestra profesión también lo agradecerá.
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