La vida da muchas vueltas, nunca sabrás a ciencia cierta lo que el futuro te depara. Por eso creo que es importante cultivar las relaciones humanas entre familia, amigos y desconocidos; ya que mantener una buena relación con una persona no solo te dejará buen sabor de boca sino que te puede llevar a conocer y establecer relaciones muy positivas con otras. En mis años de facultad conocí mucha gente y hoy en día al circular por diversos hospitales de muchos sitios, me los vuelvo a encontrar a ellos o a gente conocida en común. Hay que tener amigos hasta en el infierno dice la frase, puesto que es cierto que esto abre muchas puertas y te enriquece como persona, pero para ello hay que tener una actitud abierta y de colaboración. Y no creo tan importante el aumentar tu lista de amigos hasta el infinito, a lo que me refiero es al hecho de apreciar a cada persona y su mensaje, independientemente de lo que dure el contacto; ya sea un compañero de trabajo diario o el compañero del autobús.
En mis años de facultad, conocí gente de todo tipo, pero de entre la gente buena, pero buena de verdad; conocí a cierto pueblerino de Jaén un tanto despistado que hoy en día es «otorino». Fruto de una buena relación con él durante todo este tiempo, he conocido a gente muy agradable, lo cual no es raro ya que la gente agradable se junta con gente agradable. Por esas casualidades, resulta que hoy en día una de mis CoResidentes es una de esas individualidades que él conoció durante un periodo de su vida, ese tipo de persona que aunque has perdido el contacto siempre guardas un buen recuerdo. Como la vida y el MIR dan muchas vueltas (que se lo pregunten a los recirculantes), hoy en día nos juntamos y conociéndonos estos primeros días nos hemos dado cuenta que tenemos como amigo común al «otorrino» de Granada y aunque no nos conozcamos mucho aún, guardamos la referencia de una relación buena con ese muchachote, nos hace tener algo en común, nos ayuda a todos.
Sin embargo, como decía anteriormente, no solo las relaciones duraderas pueden ser trascendentes, las interacciones fugaces creo que también lo son. En mis tiempos de residente de familia, en una urgencia me tocó un paciente con problemas de «barriga», un abdomen no urgente………. aunque había perdido un peso algo llamativo en poco tiempo. Por lo visto, fruto de los estudios que le practiqué aquel día, al darle el alta lo derivé al especialista ya que su vida no corría tanta emergencia como para que se quedará en el hospital pero sí era merecedor de más indagaciones. Este hombre falleció con el paso del tiempo a causa de una patología severa. ¿Cómo sé todo eso? No tengo mucha memoria, pero al volver a mi Málaga natal un par de años después, me apunté a un gimnasio y de hacer pesas y correr en la cinta conocí a una persona que me dijo que mi cara le sonaba mucho, que si había trabajado alguna vez en el hospital como médico. Era el hijo de ese anciano que vino a urgencias, se acordaba de mí no porque yo hubiera realizado una práctica médica plausible (solo me limité a seguir un simple protocolo) sino porque para él ese día de hospital marcó el inicio de un periodo que le llevó a la pérdida de su padre. Sin embargo, me dijo que fuí muy correcto, es decir, se acordaba que los traté con educación y los ayude todo lo que pude con mis limitaciones; pero los traté bien. El gimnasio fue nuestro punto de reencuentro y es agradable verlo por allí cuando coincidimos.
Sí, es cierto que la vida da muchas vueltas, por tanto de lo que vivamos en este periodo de residencia encontraremos sus retales en un futuro. A vivirla bien entonces, porque es agradable que la gente se acuerde bien de ti.
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