Hay tres niveles de comunicación: El escrito, el hablado y el presencial; y hoy en día predomina el primero, es decir, el Whatsapp. Además, en el hospital usamos en las guardias el teléfono, más conocido como el famoso «Busca», aquel aparato que tiene una musiquita muy característica y que cuando suena… pues eso… y a las cuatro de la mañana ni te cuento.
La tecnología nos acerca y nos aleja, y en lo que se refiere al hecho de discutir y argumentar acerca de un tema en concreto y, sobre todo si hay divergencia de criterios , los medios actuales han avanzado pero se siguen quedando cortos. Muy cortos. Suprimen e ignoran el más importante de los lenguajes, el que constituye el 90% de la comunicación, el lenguaje No verbal. Una cosa es que te diga TONTO sobre papel, otra por teléfono, donde mi tono de voz te puede dar pistas de si lo digo enfadado o de broma; y otra presencial, donde además me puedes ver la cara, los gestos, mi postura, mi sonrisa.
Los días pasan rápido, la información va a velocidad de vértigo y los medios que usamos para comunicarnos nos facilitan la vida bastante. Esto es un hecho. Cuando empecé mi primera residencia hace cuatro años, no estaba tan de moda Whatsapp y la mayoría no lo usábamos…. impensable hoy en día no usar esta aplicación con sus emoticonos y todo, ¿verdad? Pero, ¿qué pasa cuando tienes que discutir? Aquí se queda la cosa corta, porque intentar sacar matices de una conversación seria a base de caracteres limitados sobre un pantalla táctil o usando el telefono es, cuanto menos, arriesgado.
Los «yo te dije tal» o «yo no dije cual», «tu interpretaste eso» y «yo no quería decir lo otro». Cuando uno se queda corto en palabras, la discusión se va calentando y encima entra en juego la terquedad personal estúpida, la gente empieza a hacerse fuerte en sus posturas. Empiezan a decir que NO a todo, y cuando alguien dice que NO, como decía Dale Carnegie, todo el peso de su orgullo cae sobre este monosílabo. Y de aquí no me muevo, aunque en el fondo soy absolutamente conciente de que la estoy cagando y bien. Asumo que no lo estoy haciendo bien, pero el otro peor, ¿eh?. Espera que ahora busco adeptos a mi causa para calmar mi inconsciente y se lo cuento a mi coR, a mi adjunto, a mi enfermera, a mi celador, a mi gato o a mi perro inclusive, porque «mira lo que me dijo este capullo el otro día» » Yo no sé que se ha creido fulanita para decirme lo otro» «Subnormal…» «Pues me lo/la va comer».
Sí, lamentablemente toditos todos en el mismo barco.
Hola, es que me habeis llamado por lo del tema este. Sentemonos a hablar. ¿Cual tu problema? ¿Cuales son tus circunstancias? Yo difiero en esto. Podemos intentar lo otro. ¿Qué es lo que nos interesa en este momento a todos? Ya sé que no es fácil, pero está claro que son muchos matices para resolverlo con el Whatsapp o con el teléfono exclusivamente. Tras cada pelea, se te queda un mal cuerpo que no le gusta a nadie y, como somos egoístas todos, nos quedamos pensando en lo que YO dije y en lo que YO no debería haber dicho. YO siempre, a ver que van a pensar de mí y qué imagen he dado. Por supesto eso es lo que preocupa. ¿Pedir perdón y asumir que mi parte de culpa? ¿Para qué? Ya no le saludo nunca más, porque soy tan corto de mente que no puedo darme cuenta de que podemos tener diferencia de criterios y que eso no define a una persona en su totalidad. La otra es que si le saludo y me contesta asunto zanjado. Zanjadísimo, ¿cierto? Mírate el dorso de la mano, cierra el puño, levanta el tercer dedo: tu respuesta.
Este es un llamado a la importancia de verse la cara, en el momento adecuado y con buena predisposición para discutir y acercar posturas con educación, con la grandeza que te da la humildad de asumir que eres pequeño y que tienes tus limitaciones.
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