«Triunfan aquellos que saben cuando luchar y cuando no» Sun Tzu – El arte de la guerra.
Al hilo de unas cuantas historias que he leído últimamente en la prensa y demás experiencias, digamos que desafortunadas, sobre gente con el problema de tener un corazón y bondad social enormes, surge en mí la idea esa de que a veces uno querría decir mil cosas, levantarse mil veces, pegar mil puñetazos y gritar hasta que la cuerdas vocales se rompan, porque a veces te sientes tan oprimido y rodeado de tanta desavenencia e injusticia que no te explicas cómo puede ser así. Y mucho menos te quieres creer que eres el único al que importa la situación, aunque nadie más se queje, aunque nadie más diga y haga nada. En realidad no se puede, el sistema está montado así y si alguien quiere hacer algo, que se atenga a las consecuencias de ser un Don Quijote amparado por los aplausos de gente con actitudes también quijotescas que darán muchas palmaditas en la espalda, pero que a la hora de la verdad…
En ese momento nadie hará nada porque nuestra sociedad tiene un lema grabado a fuego «Que cada palo aguante su vela».
Empezando desde tu propia familia, pasando por tu puesto laboral, terminando por tus amistades e incluso desconocidos. ¿Como se cambian conductas, cómo se modifica la inercia de comportamientos basados en la repetición, en el dogma y en la falta de razón? Muchos corrompidos. Lamentablemente esta España, y más aún esta Andalucía del Sol mía tan querida como arcaica, esta plagada de prejuicios y de comportamientos que dejan al raciocinio y la honestidad no ya por el suelo, sino un par de pisos más abajo. Y aunque jugar al politiqueo puede que sea un acto inteligente, a mí me cuesta acostumbrase… en verdad, es un juego que da lástima.
Sin embargo las noticias son buenas, agazapados están los que asumen que la vida es cambio, que piensan que las cosas pueden modificarse. Esperando el momento oportuno, armados hasta los dientes de paciencia, allí estarán; porque (como me dijo alguien) nos enfrentamos a un enemigo tan simplón que terminará consumiéndose por sí solo como una llama a la que le falta la energía de la verdad.
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