Con este interrogante me cuestionaba una ex novia mía cuando le comentaba que quería hacer una viaje en solitario. Le comentaba que había mucha gente que viajaba sola por el mundo y que era una experiencia muy bonita, que te hacía crecer en lo personal y que te permitía disfrutar más de los sitios a los que ibas ya que, cuando uno esta solo, la gente es más abierta contigo. Cuando uno viaja acompañado se crea una microsociedad con tu/tus acompañantes que dificulta la interacción tanto por tu parte como por la de los «nativos» de lugar hacia ti. A mí me replicaban diciéndome eso, que ir solo es muy aburrido, que estar solo es muy triste, que eso de ir solo sin tu pareja es porque no la quieres, que es más caro, que es más peligroso si cabe y por supuesto, que con quién iba a hablar y que… ¿¿¿¿¡¡¡quién me iba a sacar una foto!!!???? He viajado a Vietnam y Camboya en solitario y la experiencia ha sido de lo más bonita e inocente que puede haber. Entiendo que hay gente con compromisos serios tanto laborales como familiares que le impiden hacer un viaje como el que he hecho yo, de 25 días por aquellos lares; sin embargo, hay mucha gente como yo, soltera y sin compromisos, que aluden a los motivos que acabo de citar una líneas atrás. Los respeto por supuesto, mas no los comparto en absoluto. Este post es un relato de mi experiencia que ha sido muy constructiva y de la que me siento afortunado, ojalá todo el mundo pudiese experimentar lo mismo.
El viaje ha sido muy inocente: ciudades, museos, gente, monumentos, alguna juerga… Nada similar a Indiana Jones y, sin embargo, cada vez que a la gente siempre le mencionas la palabra mochilero + países menos desarrollados, empieza a rular uno de los conceptos más famosos y omnipresentes del mundo: el Miedo. Que si te van atracar, a meter cosas raras en la mochila (como si huebiese gente desesperada por meter kilos de heroína en los esquipajes ajenos), que el idioma, que las enfermedades, que la legalidad en aquellos países, que hay que ver que vas a matar a tu madre de un disgusto…. Parece poco menos que te vas al infierno. Pues bien, en casi todos los lugares que he ido de mochilero, era yo el más viejo (30 años que tengo) y hacer un viaje de este tipo en realidad es un turismo Low Cost, donde en todos lo albergues que he visitado eres tú el que decides si quieres hacer las cosas a tu manera o hacer el típico tour de guía, autobús y almuerzo incluido. Yo rechazo esto último porque me parece una visita alienígena: Bajas de tu nave (autobús), visitas el terreno, tomás muestras (fotos, videos, souvenir…), vuelves a tu nave y terminas en el hotel. Pero no te empapas del lugar ni de la gente. Quiero mostrar con esto la inocencia del viaje, todo muy sencillo, todo muy normal, en ningún momento sentí peligro alguno en los cientos de kilómetros que he recorrido, nadie me ha tratado mal y nadie ha intentado abusar de mí, no me he puesto enfermo, no me ha pasado nada malo.
Me acuerdo ahora de Damian, un chico de 19 años alemán que acaba de terminar el bachillerato y lleva 4 meses viajando en solitario y en una moto de segunda mano que se ha comprado en Camboya. Y no pasa nada. O aquella chica inglesa que conocí en Hue que tiene 23 años y lleva 6 meses viajando sola. Y no pasa nada. O a Javier que tiene 31 años y lleva año y medio viajando y trabajando allá por donde va. O Cris, un australiano que lleva 9 meses dando vueltas y que iba a dar clases de inglés en Hanoi, sacar unas pelas y luego seguir el camino. Flavio, un brasilero que se hartó de su vida anterior (de éstos he conocido varios en el viaje, como Benedicte, una suiza de 28 años es otro ejemplo), vendió todo y trataba de buscar respuestas por el camino; camino en el que encontró a Aaron que había estado en Japón y luego Sudamerica y ahora ambos, a lomos de dos motos, iban explorando todos los rincones. O Marcus, un jubilado alemán que llevaba no se cuantos meses dando vueltas por ahí porque dispone del tiempo y dinero. O Tuna, una noruega de mediana edad que estaba de mochilera con su hija de 23 años y que dos días después iban a separarse una vez más porque querían visitar distintos países aunque que finalmente se volverían a ver en Sierra Leona para celebrar la navidad…… Y no pasa nada.
Y me acuerdo tambíen de los chicos y chicas vietnamitas que conocí y que por diversos motivos no pueden disfrutar de un viaje como yo, gente en los puedes vislumbrar unos ojos que dicen «que suerte, ojalá yo también pueda hacer lo mismo algún día».
Finalizando, me imagino yo diciéndole a mi madre que con 19 años me voy a comprar una moto de segunda mano y me voy ir a Camboya solo… La sobreprotección excesiva y la cultura del miedo en la que nos han educado hacen que no tratemos a nuestros hijos como son, personas con capacidad de razonar y tomar decisiones como adultos desde edades muy tempranas. Nos venden la historia de que estamos en el mejor lugar y más seguro posible, que todo lo demás esta peor en todos los aspectos y que si vas a irte a lugares exóticos tienes que hacerlo en unas determinadas condiciones, a una edad determinada y yendo a sitios y enclaves determinados de una manera muy concreta y determinada. Hacerlo de otra manera es de locos. Yo, si en un futuro puedo, no quiero que a mi hijo que le pase como me pasó a mí y me gustaría ayudarle a que viaje solo y descubra el mundo, prefiero pagar eso que comprarle una moto o un coche. Creo que el lema es: No al miedo, ya que éste nos encorseta, nos inhibe, nos genera inseguridad y finalmente produce frustración, porque así es como una persona no llega a autorrealizarse y a cumplir sus sueños. Los cimientos de la frustración personal están hechos de miedo.
No solo he vistado lugares y comido cosas novedosas, vengo cargado de ideas profesionales, nuevos proyectos personales, he descubierto rasgos de mi pesonalidad y he comparado y reflexionado sobre muchos aspectos de mi vida. Para todo esto vale viajar en solitario. Sin duda alguna, para hacerlo tienes que querer, luego tienes que poder y finalmente tienes que llevarlo a cabo. Por ello concluyo que viajar y moverse solo por el mundo no es ninguna desdicha, todo lo contrario, es un privilegio.

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